Se desconoce su paradero, pero el gobierno de Malasia, negociará con quién lo sepa
Finales de 2012 en Las Vegas, un Leonardo DiCaprio visiblemente alegre, salta al escenario para rapear con Q-Tip, al que los amantes del hip-hop recordarán por A Tribe Called Quest. Son los teloneros del plato fuerte de la noche: una tarta gigante de la que emerge Britney Spears cantando «Feliz cumpleaños», ataviada con un conjunto que deja poco a la imaginación. El homenajeado que ha pagado una cifra astronómica por la actuación de la cantante, es un anónimo joven malasio que cumple 31 años y se llama Low Taek Jho (Jho Low para los amigos). Nadie podría saberlo si hubiese leído los periódicos del día siguiente, aunque todos hablasen de la fiesta: uno de los requisitos para entrar era no dar el nombre del organizador.
Pero no fueron las fiestas lo que hicieron que Jho Low saltara a la fama, tampoco su peculiar relación con famosos como Martin Scorsese, Bradley Cooper, Jamie Fox o sus escarceos amorosos (consumados o no) con París Hilton, Miranda Kerr o Kate Upton, o sus amistades de las finanzas como Tim Leissner. No su salto a la fama mundial fue por ser acusado de llevarse casi ¡¡¡¡5.000!!! millones de dólares a través del fondo malasio 1MDB, hecho que derribó del poder al Primer Ministro Najib Razak.
Regaló un Ferrari a Kim Kardashian, un Picasso y un Basquiat a Leonardo DiCaprio y diamantes por valor de 8 millones a Miranda Kerr. Lo fascinante de Jho Low, no era que fuese uno de los grandes estafadores de la historia (nunca nadie ha dispuesto de tanto dinero en metálico), ni un play-boy que durante unos años frecuentó las revistas del corazón, sino que fuese ambas cosas al mismo tiempo y mentes preclaras de la sociedad les diese igual, cegados por regalos y promesas. Solo con dar un vistazo a los créditos de «El Lobo de Wall Street» bastan para descubrir que sin la participación de Jho Low, por medio de la productora Red Granite Pictures, la película no se habría realizado.
El «chino» del millón de dólares
Cuando se tiene dinero a espuertas, da igual de donde proceda. De ahí que muchos imaginasen que Low era chino (se había criado en la isla de Penang, descendiente de empresarios de éxito en Guandong, Tailandia y Hong Kong) y que no les importase mucho de donde sacaba el dinero. Que había heredado una gran cantidad de dinero de su abuelo, que era un traficante de armas, que si era la mano derecha del Primer Ministro de Malasia. Quizá en este último caso no vayan muy descaminados, y sobre todo se trata de un cuentista que descubrió como funcionaba realmente el mundo.
Este mecanismo puesto en marcha por el dinero y el éxito, es un juego de espejos en el que cualquiera puede ser lo que desee si es capaz de aparentarlo. Desde luego sin lugar de dudas Low daba el perfil. Alguno de los ejemplos más caros son los regalos a celebridades de todo pelaje. Una serie de fotos lo retratan junto a París Hilton, y en una de ellas abrazados a una gigante botella de champán en otra , casi acaramelados. Según «Gawker», la relación con Hilton era «romántico-financiera», un bonito eufemismo, ya que en teoría le había pagado un millón de dólares para pasar con él un fin de semana en Saint Trópez, algo que ella negó. Bueno, negó que le hubiesen pagado por ello -«aunque es extremadamente generoso», matizó el publicista de Hilton -, no que estuviese de fiesta con Low. Unas fotos en «topless» tomadas en la Costa Azul lo acreditan.
Amistades peligrosas
El laberinto de compañías «offshore», cuentas bancarias y empresas es tan complejo que el FBI, aún está intentando darle sentido. A medida que pasaban los años el nivel de vida de Jho Low era cada vez más sospechoso. Lo vio «The New York Times», que en 2015 ya dedicó un largo artículo a ese «joven malasio que sentía hambre por Nueva York», se decía que «sus fastuosos gastos han hecho alzar las cejas desde Kuala Lumpur hasta Nueva York», o que su imagen era la de «un joven con cara de bebé y gafas sin montura y polo negro con una copa de cristal en la mano, rodeado de famosos». El reportaje fue el detonante de la orden de busca y captura que anunció Interpol.
Todo comenzó en las aulas de la Harrow School, un centro de élite de Londres, donde conoció a Riza Aziz, hijastro del que pocos años después sería Primer Ministro de Malasia, Najib Razak. Poco a poco Jho comenzó a administrar grandes fortunas, a través de un fondo de inversión con raíces en Emiratos Árabes, Malasia y Kuwait, pero su cliente más importante era 1MdB, brazo inversor del Estado Malasio, y en el que trabajó como consultor en la sombra. A día de hoy el Departamento de Justicia de EEUU, calcula que unos 4.500 millones fueron desviados del fondo. de los cuales sobre 1.000 millones fueron blanqueados con la compra de yates, cuadros, automóviles y joyas.
Jho Low, ha sido retratado para la posteridad por Tom Wright y Bradley Hope en el libro «La ballena del millón de dólares: el hombre que engañó a Wall Street, Holywood y el mundo», y como narran «el plan de Low implicaba la compra de viejas empresas, amistades con las personas más celebradas del mundo, encuentros amorosos con mujeres increíblemente bellas, e incluso una visita a la Casa Blanca». Una red tan compleja que el FBI, sigue intentando darle sentido. Entre sus contactos se encuentra Tim Leissner, antiguo director de la división del sudeste asiático de Goldman Sachs. Mientras tanto el Primer Ministro de Malasia tuvo que enfrentarse a las protestas ante la apropiación indebida de aproximadamente 700 millones, que le llevaron a perder las elecciones de este año. El pasado 19 de septiembre Razak fue detenido acusado de 25 cargos de corrupción, el antiguo mandatario malasio aduce que su detención es una maniobra política para apartarle del poder.
De Low se sabe que se encuentra en algún país asiático, pero no se sabe donde. La pasada semana el actual Primer Ministro malayo Mahatir bin Mohamad, anunció la posibilidad de negociar de forma privada su deportación con el país donde se encuentre. Hasta ahora tiene la capacidad de adelantarse a nuestros movimientos y desaparecer, quizá en la oscuridad del reservado de algún secreto y exclusivo club de alguna gran ciudad.