Compuesto por seis franceses, dos españoles, dos italianos, un alemán y un portugués, forman el más selecto club en torno al vino

En el número 31 de la parisina Avenida Franklin D. Roosevelt, su propietario Roberto de Luxemburgo recibe en el Gran Salón, el Comedor Tayllerand, el Comedor Pontac y la bodega del «chateau», para 11 invitados. De la bodega han subido las mejores añadas de Haut-Brion para acompañar el pato y el foie que las cocineras preparan bajo la dirección del chef Cristophe Pelé, con dos estrellas Michelín.

Es una reunión discreta, de familia, ya que a ningún comensal le gusta la notoriedad, comenzando por los medio hermanos Rothschild, Philippine y Julien, poco dados a posar ante las cámaras. Son la aristocracia del vino. El máximo prestigio y excelencia de los mejores caldos del mundo. No son conocidos, pero sus bodegas atesoran la tradición y experiencia de una marca de lujo. Son grandes marcas de lujo, que ofrecen elevados beneficios a sus accionistas.

Todas son empresas familiares muy antiguas. La familia Antinori, de Italia se remonta al siglo XV; Haut-Brion, al XVI; la alsaciana Hugel & Fils, al XVII, la más joven, La Famille Perrin, del Valle del Ródano, solo tiene 110 años. Su patrimonio es su nombre: un activo que preservar y mantener sin tacha para que siga facturando, su punto débil, la sucesión al frente de las compañias. Solo una de cada diez empresas familiares sobrevive a la tercera generación.

La calidad de sus vinos es la más alta del mercado, y su elaboración artesanal y con cierto aire de misterio; son muy preciados, escasos y difíciles de conseguir. Muchos los conocen pero solo unos pocos los han degustado. Son caros y aunque nacen en terruños de la vieja Europa, son marcas internacionales distribuidas por todo el mundo, cada vez más en Asia y Estado Unidos.

El club solo admite a 12 socios, el mismo número de las botellas de una caja de vino

Esta noche la ceremonia es especial, ya que va a ingresar en el club más selecto del planeta un nuevo socio el principe Roberto de Luxemburgo, cuando queda una plaza vacante, pueden pasar años hasta que se acepta un nuevo miembro, elegido por unanimidad. Si hay una bola negra se rechaza como ha ocurrido en esta ocasión, que había dos candidatos, Chateau Haut-Brion y Pétrus (el vino más caro del mundo), que ha sido rechazado. Para engrosar el club, las bodegas aspirantes deben contar con el mayor prestigio y reputación mundial, ser centenarias, contar con viñedos propios y al menos el 51% de sus acciones debe estar en manos de la familia propietaria.

Es un club que no gusta de ser público y que comparte los valores de la calidad por encima de la cantidad y su pasión es la excelencia vinícola. Uno de los miembros críticos del club ha sido Pablo Alvarez, amo de Vega Sicilia, el único vino de lujo español. Éste ha logrado revolucionar al resto de integrantes del club para dar más notoriedad y contenido al potencial que tienen en el mundo del vino. Abogando por la ecología, la sostenibilidad, el cambio climático y la recuperación de viñedos históricos.