La relación entre Donald Trump y Elon Musk, que pasó de una alianza estratégica durante la campaña presidencial de 2024 a una abierta enemistad en 2025, ha estallado en un enfrentamiento público con posibles repercusiones para la administración estadounidense y la industria tecnológica.
Durante el ciclo electoral, Musk se posicionó como uno de los principales respaldos del expresidente Trump, luego reelecto tras un intento de asesinato. El empresario no solo aportó cerca de 300 millones de dólares a la campaña, sino que también fue nombrado codirector del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una comisión asesora encargada de recortar gastos y modernizar la burocracia federal.
Sin embargo, a inicios de mayo de 2025, comenzaron las tensiones. Musk criticó fuertemente el nuevo paquete presupuestario promovido por Trump, apodado el “Big Beautiful Bill”, al que calificó como una “abominación repugnante” que solo agravaría el déficit. A raíz de esto, Musk abandonó su cargo en el DOGE, marcando el fin de su participación en el gobierno.
El conflicto escaló rápidamente. El pasado 5 de junio, ambos intercambiaron duras acusaciones en redes sociales. Musk insinuó que Trump le debe su victoria y lo vinculó indirectamente con el escándalo de Jeffrey Epstein, mientras que el presidente respondió anunciando sanciones federales contra empresas de Musk y vendiendo públicamente su Tesla, asegurando que no volvería a apoyar al magnate “ni con un dólar”.
Incluso dentro del Partido Republicano, la fractura genera preocupación. El vicepresidente J.D. Vance calificó la pelea como “un error” e instó a Musk a retomar el diálogo con el movimiento conservador. “Elon tiene ideas valiosas. Pero se está equivocando al desafiar innecesariamente a un presidente que ha cumplido con su palabra”, declaró en un pódcast.
La ruptura entre Trump y Musk podría tener consecuencias importantes en la política de innovación, el gasto federal y la regulación del sector privado en Estados Unidos. También deja en el aire proyectos clave entre el gobierno y las empresas de Musk, como los contratos con SpaceX y las iniciativas de infraestructura energética impulsadas por Tesla.
¿Un quiebre temporal o definitivo?
Aunque ambos personajes son conocidos por sus estrategias impredecibles, analistas apuntan a una separación duradera, motivada tanto por diferencias personales como ideológicas. Lo cierto es que esta confrontación revela las tensiones internas de una derecha estadounidense que, aunque fortalecida electoralmente, enfrenta divisiones entre el poder político tradicional y los nuevos actores tecnocráticos.