Aumentar la edad de jubilación se presenta como una solución aparentemente lógica para enfrentar los problemas financieros de los sistemas de seguridad social. Sin embargo, esta medida, además de impopular, carece de fundamento sólido cuando se analiza más allá de la estadística fría. Argumentar que la esperanza de vida ha aumentado para justificar que las personas trabajen más años ignora una realidad crucial: si bien vivimos más tiempo, muchas personas enfrentan enfermedades crónicas que deterioran significativamente su calidad de vida.
Enfermedades como diabetes, hipertensión y otras afecciones cardiovasculares son cada vez más comunes, lo que implica que una parte importante de la población vive más años, pero con mayores limitaciones físicas y necesidad de atención médica constante. Obligar a estas personas a prolongar su vida laboral no solo es injusto, sino que además perpetúa un sistema que desatiende las verdaderas causas de la crisis financiera de instituciones como la Caja de Seguro Social (CSS).
El sacrificio no puede recaer siempre en los hombros del pueblo. En lugar de seguir el camino fácil de trasladar la carga a los trabajadores, es momento de explorar soluciones creativas y equitativas que involucren una redistribución más justa de los recursos económicos.
Propuestas como gravar los préstamos y depósitos interbancarios, o implementar una tasa simbólica, como un centavo por cada transacción bancaria, son ejemplos de ideas que merecen una discusión seria. Estas medidas no solo serían más equitativas, sino que permitirían recaudar fondos significativos sin afectar directamente a los sectores más vulnerables de la sociedad.
El sistema financiero panameño tiene una capacidad comprobada para contribuir más al bienestar colectivo. Las transacciones interbancarias, overnight, y otros instrumentos son actividades lucrativas que actualmente no aportan lo suficiente al país. Un gravamen simbólico en estos espacios no desestabilizaría el sistema, pero sí podría representar un alivio importante para las finanzas de la CSS.
En tiempos de crisis, se requiere valentía y creatividad. Los líderes políticos y económicos deben reconocer que el problema de la CSS no puede resolverse exigiendo más sacrificios a una población que ya enfrenta enormes desafíos. Por el contrario, es necesario replantear las prioridades, explorar nuevas fuentes de financiamiento y construir un sistema que sea verdaderamente justo y sostenible para todos.
Es momento de avanzar con soluciones que redistribuyan el peso de la crisis, en lugar de perpetuar un modelo que ignora las realidades de quienes ya han dado mucho. La creatividad y el compromiso con la justicia social deben guiar el debate, no la inercia de cargar siempre al pueblo con el sacrificio.