La protesta sigue siendo el método de presión ciudadana por excelencia. No hay gobierno que se le resista, a pesar de ser una estrategia social que lleva varios siglos, pero en ocasiones es ignorada por los gobernantes.
No es una tarea fácil. Los asesores de cualquier administración pueden dar luces de ello, sin embargo, hoy vemos al gobierno del presidente Juan Carlos Varela dar un traspiés en la respuesta a lo que aparentan ser el rejuego de grupos aislados.
Se trata de un error que le ha costado incluso el puesto a mandatarios de otros países como Egipto, Brasil y posiblemente Venezuela, donde las exigencias de darle solución a servicios como agua, salud, educación, transporte y hasta seguridad, pueden colocar el dedo en el gatillo de una sociedad pacífica como la nuestra, pero que en la década del 80 demostró ser tenaz ante la época más oscura de nuestra Era Republicana.
No obstante, hace alusión aquella advertencia de que no hay mayor error que aquel llevado a repetir el pasado.
Algunos analistas han llegado a afirmar que el grado de insatisfacción de los panameños sobre el gobierno es peligroso en pleno 2017, a tal punto que puede desencadenar una explosión social, y repito, ya lo hemos vivido. Aunque no siempre fue así y donde la política gubernamental enfocó su discurso en un gobierno enrolado al inicio de su gestión por abocarse a los diálogos para cumplir con “El Pueblo Primero”.
Un discurso que podría haber quedado en el pasado, con la advertencia del presidente, a principios de esta semana, a los transportistas que se aplicaría la remoción de sus placas y licencias durante las protestas, sin antes profundizar en el problema del servicio alternativo de taxis y los denominados facilitadores de la plataforma Uber.
Es esta una postura reiterativa contra profesionales de la educación e incluso moradores de barrios populares cansados de las interrupciones de agua y mal estado de las escuelas que este lunes volvieron a las calles, pero fueron reprendidos por un fuerte contingente de policías antimotines en la escuela China-Taiwán de Pacora.
El problema es más profundo y en la medida en que se acorte el calendario de esta administración los problemas podrían acrecentarse si las promesas de mejores días no son palpables a la población que espera un cambio de timón en la manera en que se brinda respuesta a sus necesidades, pues los paños tibios que pretenden aliviar la institucionalidad de un país que está en el salón de cuidados intensivos, aún no funcionan.