“El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia; el sufragio por elección es el de la aristocracia”. Montesquieu.
Tal vez sea la hora de desaprender lo que hemos aprendido mal. La rueda fue, sin duda, uno de los inventos tecnológicos más progresistas de la humanidad, superada sólo por el fuego tal vez, que en vez de ser creado fue sólo descubierto, por lo que lamentablemente no se lo puede atribuir. Pero la rueda, esa sí; sobre ella se desplaza hoy la humanidad y sólo lo que ella carga y soporta puede mejorar, pero ella misma no en su perfección ya comprobada.
Genuinamente podemos atribuir este instrumento del progreso a nuestra humanidad. Y, así, en el ámbito político también hay instrumentos, inventados por el hombre, que son tan suficientes e integrales como fue la rueda, pero que se tienden a olvidar, en un claro desprecio hacia la creatividad humana del pasado histórico.
Por ejemplo, cuando nuestra Constitución proclama que nuestro gobierno es “democrático y representativo”, se quedó atrapada en una mentira histórica aun insuperada. Porque un gobierno representativo no necesariamente es democrático, en el sentido estricto de la democracia. Tal y como fuera concebida en sus inicios en la antigua Atenas, la democracia se traducía más bien en un estado gobernado por los ciudadanos elegidos aleatoriamente por sorteo, en la mayor parte de los casos, y en una pirámide invertida de poder, en el que los elegidos debían llevar el peso de los electores en el ejercicio de sus cargos, cosa que hoy funciona muy a la inversa, porque el pueblo se apoyaba en los pilares del poder y no así el poder en los pilares de su pueblo.
El sistema de ese entonces, acuñado hoy como la demarquía, implicaba que la mano del azar sería la única que, por medio de un sorteo, tuviese la injerencia en la elección del cargo, disminuyendo así la corruptibilidad proselitista y la injerencia de los grupos de poder en los factores de elección. Tal vez, ante la saturación genuina del electorado, sea propicio ya el momento de ir pensando en un sistema mixto de cargos por sufragio y cargos por azar.
Por un momento, pensaríamos tal vez en los grandes beneficios de una asamblea bicameral, que en su alta cámara, sólo para aprobar o rechazar, se integre únicamente por ciudadanos elegidos por sorteo, que no sean miembros de ningún partido. Como sea, hay que ir pensando ya como salir de este pantano al que muchos llaman hoy sistema.
Por: Arnulfo Arias Olivares.