Han pasado poco menos de 30 días desde las elecciones generales de la República de Panamá. Fueron estos comicios los que marcaron un hito importante en la historia electoral de nuestro país, ya que fuimos testigos de un fenómeno sin precedentes en la que un movimiento independiente lograra hacerse un espacio importante en los diferentes puestos de elección popular en todo el territorio nacional.
Ahora bien, es importante analizar el contexto histórico de lo que vivimos el 5 de mayo, durante décadas estuvimos presenciando una alternancia de poder entre los dos partidos más grandes de Panamá, el PRD y Arnulfismo, entiéndase esta polarización de poderes entre las dos figuras históricas que impactaron nuestra nación, como lo es Omar Torrijos y Arnulfo Arias, ambos fundadores de las corrientes antes mencionada. Posteriormente, luego de ver cómo se turnaban en el poder ambos partidos, vimos la llegada de un presidente de corte independiente, creador de su propio partido, cuya promesa era la de hacer las cosas diferentes a los que lo habían precedido, el pueblo fue a la urna a votar de manera contundente, creyendo en la promesa de este “mesías” que prometía hacerlo mejor.
El tiempo diría que fue un error que se pagaría caro, en consecuencia, posteriormente a este fenómeno terminarían regresando en las 2 siguientes elecciones los partidos tradicionales con las promesas de hacer un cambio, cambio que evidentemente nunca llegó, y convirtiéndose en las peores gestiones gubernamentales de nuestra historia reciente.
En este 2024, vimos la llegada de un movimiento independiente, qué bajo el liderazgo de un joven diputado, forma un equipo de jóvenes interesados en transformar la política criolla y cuya estrategia se basaba en la oferta joven para contrarrestar a las opciones tradicionales que ya tenían mucho tiempo aferradas a las posiciones en el estado. La oferta de Vamos no se hizo esperar entre los votantes que anhelaban una opción diferente, como resultado, la novedosa opción tuvo el respaldo mayoritario del voto popular. ubicándole en posiciones estratégicas.
Ya sea por el hastío de un pueblo que tiene décadas viendo a malos gobernantes alternarse el poder o por una ilusión, aunque efímera o no, de una opción joven y fresca, Panamá salió a votar y los escogió a ellos.
Hoy, la interrogante que surge, al ver este nuevo panorama político, es si estos jóvenes estarán a la altura del reto de gobernar un país, si no sucumbirán ante la marcada corrupción de un sistema o se verán traicionados por su propia falta de experiencia y juventud.
Otros más pesimistas creen que este es un sueño del que pronto despertaremos o peor aún, una burbuja a punto de reventar, yo prefiero pensar que los tiempos han cambiado, que la evolución política al fin ha llegado a Panamá y que es tiempo de un relevo generacional, pero depende de esta nueva generación de jóvenes políticos que hoy se levanta a tomar el rol de liderazgo, depende de ellos que hagan un buen papel, que gobiernen y legislen con justicia, rectitud e integridad y que demuestren que a pesar de su juventud, sólo se requiere buena voluntad para hacer que las cosas cambien.
Es mi deseo como panameño, que la decisión que tomó la mayoría el 5 de mayo, sea la mejor y que no sea otro error más como los que hemos estado cometiendo desde 1990. Panamá merece mejores días, el pueblo panameño merece mejores gobernantes y tal vez, la figura de los independientes sean la solución y la respuesta a las oraciones de una nación que vive asolada y golpeada por la corrupción campante de los gobernantes actuales y pasados.
Que Dios tenga misericordia de Panamá, que bendiga nuestra nación para que vengan mejores días para nosotros y las futuras generaciones y que le de sabiduría a estos nuevos gobernantes de manera que vivamos quieta y reposadamente en la tierra que Dios nos ha dado.