jueves, abril 25, 2024

El Día Después de Mañana

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Si bien el titulo lo he tomado prestado de una obra de Hollywood, las palabras que a continuación comparto no son producto de ficción o imaginación, sino del análisis de mi intelecto y pensamientos.

El día después de mañana será el escenario que viviremos después que los científicos encuentren la cura para el COVID-19. Sin embargo, debemos entender que no será únicamente cuestión de desarrollar la vacuna, sino que habrá que producirla y distribuirla a nivel mundial. Ello me ha llevado a realizar este breve análisis sobre un posible escenario de lo que podría suceder en el futuro, cuando tengamos la vacuna y comencemos a reconstruir nuestras naciones.

No es mi intención traerles más preocupaciones, aunque sé que en alguna medida vendrán implícitas. Lo que aspiro es a compartirles lo que podría ser una nueva realidad a la que tendremos que acostumbrarnos y a la que debemos prepararnos física y emocionalmente ya que el escenario que en estos momentos preveo no es muy alentador (pero no se asusten que no todo es malo). Sopla una brisa que nos trae retos a superar y experiencias que nos fortalecerán, si las afrontamos con resiliencia.

Este virus COVID-19 marca un antes y un después y lo que hoy es normal no volverá a ser normal, sino que evolucionará a una nueva normalidad. Las eras del mundo son periodos, épocas separadas por grandes eventos que marcan un antes y un después y yo no soy nadie, ni me atrevería en estos momentos a ponerle nombre a la terrible pesadilla/pandemia que estamos viviendo, pero sé que en algún momento sucederá y el nombre aparecerá solito. Reconozco y debemos admitir que COVID-19 marca un antes y un después a nivel mundial.

Sobre educación: El sistema educativo en países como el nuestro quedó congelado en el tiempo y carece de calidad, hecho innegable, con o sin COVID-19. La educación virtual o por módulos no reemplaza la educación presencial; los padres carecen de capacidades pedagógicas y en muchas ocasiones intelectuales para poder enseñar a sus hijos. Esto sin considerar las dificultades educativas que ya están pasando las regiones más pobres de los países. Nuestros niños y jóvenes no podrán regresar a las aulas de clase o universidades, hasta que no tengamos en alguna medida la certeza de vacunación de gran parte de la población. Todos sabemos cómo un simple resfriado se esparce entre compañeros de clase, de ellos al hogar y del hogar a nuestros trabajos. Es una realidad que deberemos afrontar tarde o temprano.

Sobre las relaciones humanas: Desde los inicios de la historia, los seres humanos hemos buscado vivir en comunidades para protegernos, pero esta vez alejarnos es la protección. No tengo que ser psicólogo para entender que esto de alguna manera afectará las relaciones entre seres humanos y, lo que es peor, nos arriesgamos a perder la “capacidad” para relacionarnos como personas en un distanciamiento social. Si consideramos que ya las nuevas generaciones sufren un distanciamiento, producto de las redes sociales y la tecnología, ¿que podríamos esperar de este incierto futuro? ¿Será que la ausencia de necesidad de calor humano será parte de la nueva normalidad? Pero más allá de estas dudas, me queda la duda mas grande como raza … ¿evolucionamos o involucionamos? Aunque no puedo decir cuánto, es lógico suponer que la tasa de reproducción mundial disminuirá. ¿En qué proporción? El tiempo dirá.

Sobre la economía: Una empresa no se construye en un día, ni se sostiene de deseos y esperanzas. En ese sentido, el escenario económico que preveo tampoco es muy alentador. Las empresas tendrán que retomar su actividad económica con un porcentaje de capital humano inferior al que tenían antes de COVID-19, para así poco a poco ir levantando. Los más audaces tratarán de retomar sus negocios como si nada hubiera sucedido, pero la realidad es que, contadas excepciones, al cabo de un tiempo tendrán que disminuir personal. La evolución económica será lenta y escabrosa. Habrá mucha incertidumbre y en consecuencia el dinero no fluye como quisieran los bancos y, como es de esperar, las PYMES e independientes sufrirán más.

La nueva realidad nos deja una economía y educación astilladas y quebrantadas. Un gran porcentaje de jóvenes sin herramientas necesarias ahora comprenderán que para alcanzar la meta hay que esforzarse como lo hicieron nuestros padres y abuelos, y no tan fácilmente como nosotros. Quizá ahora una o dos generaciones aprenderán el valor del sacrificio y lo que significa doblar el lomo para traer el pan a la casa. Las características de las generaciones que siguieron a la Gran Depresión mundial de 1929 probablemente se repetirán en este tiempo.

Aplastadas por la nueva realidad, la población mundial disminuirá considerablemente, tanto por los que fallezcan, como por los que quedarán sin capacidad para sostener un hogar. Las nuevas familias probablemente serán de dos padres y un hijo (o hija).
Ante el riesgo y miedo, que no desaparecerá del todo, en algún momento será necesario un documento que certifique que fuimos vacunados o que desarrollamos inmunidad contra el COVID-19, y sin el cual algunos comercios, restaurantes, escuelas y universidades probablemente no permitan su acceso.

Sobre el Estado y nuestros gobernantes: Son a quienes más criticamos porque como sociedad no hemos aprendido a elegir con inteligencia a nuestros gobernantes y nos dejamos llevar por pasiones e intereses. El reto del país no estará en elegir al más grande economista o al mejor empresario, ni al político más popular, sino “al mejor tomador de decisiones”. Serán dos o tres gobiernos que les tocará recoger este rompecabezas económico, sin instrucciones. Los líderes se deberán destacar por su “sentido común” y capacidad de razonamiento para resolver conflictos y problemas con eficiencia. Nunca olvidemos que sobre todo el Presidente es el gran tomador de decisiones y administrador de la empresa más importante del país: EL ESTADO. Si tan solo como pueblo entendiéramos que se elige con la razón y el intelecto para el bien común, tendríamos el Ejecutivo, Legislativo y Judicial que nos merecemos.

A pesar de todo, el escenario no es del todo desalentador; por más complicada que aparente la situación, la raza humana siempre se adapta y sale adelante. A mí, en particular, me gusta buscarle el lado positivo a los problemas y retos, para afrontarlos con mejores ánimos y aprender de ellos porque hasta del fracaso se aprende y de un mal mayor puede surgir un bien.

En conclusión:

  • Quizá ahora valoraremos más lo que antes ignorábamos o subestimábamos: la familia, nuestros seres queridos y el tiempo que les dedicamos. ¿Cuántos no extrañamos el beso y el abrazo de seres queridos que por los aceleramientos de la vida vamos dejando de lado? Cuántos no extrañamos ese calor que existe entre nosotros, eso que nos hace seres humanos?
  • A 30 días de haber sido golpeados por el COVID-19, en mi ventana escucho más pajaritos cantando y veo en la TV noticias sobre animales apoderándose de las ciudades, sobre cómo ha disminuido el nivel de contaminación en el aire, en la tierra y en el mar. Siempre he dicho que debemos escuchar a la naturaleza porque en ella están todas las respuestas, pero hacemos mucho ruido exterior e interior para escucharla. Ahora hay silencio y pienso ¿realmente cuál es el virus y cuál la vacuna?
  • Esto apenas comienza y nos lleva a valorar más nuestra frágil existencia y la de aquellos profesionales que dedican su vida a protegernos: médicos, enfermeros, científicos, bomberos y policías, entre otros. Espero que al fin percibamos quiénes son los verdaderos “influencers” del mundo.
  • Hoy comprendemos el valor de la comida que antes desperdiciábamos. Quizá después de esta pandemia miraremos más hacia el campo y reconozcamos el valor que tiene la tierra, sus productos y las personas que se dedican a producir alimentos para el país y que trabajan, bajo tormentas, plagas o virus, por sostener nuestra fuente de vida.

Autor: Francisco Ameglio, Productor Agropecuario.

 

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