El colapso del banco de inversión de Estados Unidos, produjo un pánico financiero global
En abril de 2008 el ya exdirector-ejecutivo de Citigroup Charles Prince preconizaba «cuando la música se detenga», las cosas se complicarán. Pero «mientras la música suene tienes que levantarte y bailar, aún seguimos bailando». Pasados cinco meses de aquella profecía, la música se detuvo y un silencio sepulcral hizo estremecer los cimientos de los mercados financieros y la economía mundial.En la madrugada del dia 14 al 15 de septiembre de 2008, se cumplen en esta semana 10 años el banco de inversión Lehman Brothers, uno de los mayores del mundo se declaraba en quiebra.
Fueron unos momentos terribles , casi surrealistas. Contemplábamos el abismo. Presioné a Tim Geithner (en aquella época era presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York) para que buscase una solución alternativa, pero no la tenía. Parecía que el siguiente paso era prepararnos para la quiebra, que se declararía poco después de la medianoche del domingo al lunes, confiesa Ben Bernanke, que tuvo que hacer frente a la crisis que se desencadenó como presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), en su obra El valor de actuar, en la que detalla los intentos baldíos por evitar el colapso de un gigante financiero que a la postre desencadenó «una catástrofe económica y financiera de las que tienen lugar una vez al siglo».
En los días siguientes, distintos gobiernos y organismos públicos se vieron obligados a destinar cientos de miles de millones para apuntalar sus sistemas financieros. Nombres emblemáticos como AIG, WACHOVIA o WASHINGTON MUTUAL en EEUU, o DESIA FORTIS e HYPO REAL STATE en Europa, se vieron asediados por la desconfianza en sus inversiones y los inversores intentaban adivinar cual sería la siguiente ficha del dominó en caer.
La caída de Lehman provocó el pánico, poniendo en duda la viabilidad de grandes entidades
«A partir de aquí, el contagio es generalizado en las instituciones financieras. Se cierra el mercado interbancario por temores de riesgo de contrapartida. Se inicia un goteo de bancos europeos que comienzan a reconocer que sus esquemas de gestión de riesgo han fallado y que en sus balances existen también activos tóxicos con relación directa o indirecta con el subprime hipotecario de EEUU. La crisis se extiende como un virus por todo el mundo, poniendo en duda a la práctica totalidad de la banca mundial», explica José Manuel Amor, socio de AFI.
Las grandes bolsas se vieron vapuleadas por un pánico financiero global que destruyó varios billones de dólares de capitalización en los siguientes seis meses. Los principales índices bursátiles de América y Europa vieron como en ese semestre se esfumaron la friolera del 40% de su valor, al tiempo que las economías desarrolladas se sumían en una profunda recesión, que obligaría a los bancos centrales del mundo (Capitaneadas por la FED) a implementar durante los años posteriores medidas extraordinarias, ya que tuvieron que inyectar varios billones de euros en el sistema para reactivar la economía.
«Ese período vio la peor crisis financiera y la recesión más profunda que la mayoría de nosotros haya visto y espero que nunca más vuelva a ver», señala Chriss Iggo, director de inversiones en renta fija de Axa Investment Management. Las consecuencias de la crisis aunque superada, continúa siendo perceptible aún en la economía mundial y son en buena parte, responsables de las incertidumbres que enturbian las perspectivas futuras.
Una catástrofe anunciada
Las desastrosas consecuencias de la caída de Lehman, parecen de lógica plantearse si se podría haber evitado, ya que su colapso no pudo pillar a nadie por sorpresa. Hacía un año que la economía de EEUU, evidenciaba síntomas de cansancio fruto del rápido deterioro del sector inmobiliario.
La Fed , se vio obligada a reducir los tipos de interés del 5,25% al 2% entre agosto de 2007 y abril de 2008, a la vez que comenzaba a desvelarse las debilidades de muchas entidades por su fuerte exposición al negocio inmobiliario, por medio de unos complejos productos, cuya calidad se demostró con rapidez que eran irreales. Las dudas saltaban de una a otro parte del sistema financiero a pesar de los intentos de las autoridades monetarias por atajar el problema.
En marzo, la Fed y los reguladores de EEUU, se habían visto obligados a intervenir y comprometer más de 30.000 millones para evitar la caída de Bear Stearns, que acabó siendo absorbido por JPMorgan. Bernanke, justificó la intervención, que generó numerosas críticas entre los políticos y los medios de comunicación, porque «estaba razonablemente seguro de que su quiebra inesperada sería la chispa que prendería el pánico aún mayor «.
Las autoridades apoyaron el rescate de Bear Stearns para evitar un desastre económico
Visto así, los problemas de Lehman, un 50% mayor que Bear Stearns, con más de 600.000 millones de dólares en activos y con grandes interconexiones en los sistemas financieros internacionales, serian vistos con mayor inquietud, y se manifestaron en poco tiempo.
Apenas dos años antes Lehman, había recibido los elogios de la revista Fortune por su rápido crecimiento y ya daba síntomas de debilidad. Tal es así que antes del verano era un secreto a voces en Wall Street que tenía los días contados.
Sus acciones acumulaban desplome tras desplome en la bolsa, y sus acreedores se mostraban cada día más reacios a comprometer su dinero en financiar al gigante con pies de barro. Las autoridades monetarias presionaban a su director general, Dick Fuld, a que intentara conseguir nuevo capital para fortalecer su balance, pero éstos fueron en vano. Enseguida quedó claro que la solución más factible era encontrar a una empresa que adquiriera al menos, una parte importante de la compañía.
El 9 de septiembre se supo que la entidad anunciaría el cierre del tercer trimestre arrojando unas pérdidas de 3.900 millones de dólares, que se sumaban a los 2.800 millones de tres meses antes.
Bank of América se perfilaba en esos momentos como el salvador, pero la entidad que dirigía Ken Lewis había cerrado en enero la compra de la financiera Countrywide y mostraba dudas a embarcarse en una operación de este calado sin ciertas garantías por parte de las autoridades financieras.
Mientras la prensa difundía los intentos por evitar su caída, el desastre en bolsa era irrefrenable y al cierre del viernes 12 su valor era solo el 7% de lo que capitalizaba en febrero. Las autoridades buscaban soluciones, pero la posibilidad de emplear en su rescate dinero público cada vez se veía más inviable, ya que esta solución podía alentar al sector a tomar mayores riesgos si eran sabedores de que en caso de problemas contarían con respaldo público. La única solución que se veía, pasaba por conseguir comprometer a la empresa privada en implementar una solución propia.
Encontrar un comprador para Lehman resultó ser una empresa imposible
En la tarde del viernes 12 de septiembre, Geithner organizó una reunión con los primeros espadas de la banca de EEUU (Lloyd Blankfein de Goldman Sachs, John Mack, de Morgan Stanley, Jamie Dimon de JP Morgan y Vikram Pandit de Citigroup, entre otros) para buscar un acuerdo que garantizase la salvación de Lehman.
Al mismo tiempo había despertado interés por hacerse con Lehman, el banco británico Barclays y se llegó a atisbar que el resto del sector proporcionaran algunas garantías para que o bien Bank of América o Barclays tomaran el control del banco en apuros.
Pero como observa Bernanke, en esos momentos los responsables de la banca americana estaban muy inquietos por la propia estabilidad de sus empresas y las noticias sobre otros gigantes, como la aseguradora AIG, alentaban el miedo a pensar que Lehman solo fuera el primero de una lista de sobresaltos en los mercados.
Las negociaciones se alargaron durante todo el fin de semana, pero las noticias eran cada vez menos halagüeñas. Los bancos que mostraron interés, afirmaron haber descubierto pérdidas mucho mayores de lo esperado en su balance y reclamaban que el apoyo del gobierno para que inyectara hasta 50.000 millones de dólares de nuevo capital, sin este apoyo retirarían su oferta.
En este punto la suerte de Lehman quedó sellada. «Sin un comprador y sin autoridad para inyectar capital ni garantizar los activos de Lehman, no teníamos medios para salvar la empresa», señala Bernanke. Tras más de 150 años de historia, el banco estaba a punto de escribir sus últimas páginas.
«Todo lo que podemos hacer es arrojar espuma sobre la pista», observó Geithner ante el presidente de la Fed. Pero el accidente que estaba a punto de ocurrir era de proporciones gigantescas y el esfuerzo por detener el incendio a corto plazo, parecía en vano.
La quiebra de Lehman sería celebrada por todos los que habían abogado por dejar caer a las empresas que habían hecho mal sus deberes. Era una buena lección, pero las turbulencias que ocasionó, obligó a corto plazo a apuntalar el sistema con varios cientos de miles de millones de dinero público.
Turbulencias inevitables
A pesar de todo, son muchos los que piensan que las debilidades acumuladas del sistema financiero eran acumuladas en exceso y si no hubiera sido Lehman, otra entidad en su lugar habría provocado el desplome bursátil. «Lehman solo fue la gota que colmó el vaso, generando un efecto dominó», observa Luis Fernando Utrera,profesor del máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB.
En su opinión, en la génesis de la anterior crisis, coincidieron muchos errores: los tipos reales muy bajos, aplicados por los bancos centrales, estimularon el apetito por el riesgo, para obtener rendimientos razonables en las inversiones, creando al final burbujas en bolsa, sector inmobiliario, bonos y materias primas.
El sector financiero acumuló muchas debilidades; Lehman solo las puso en evidencia
Todo ello condujo, en la banca, «a la proliferación de algunos derivados de crédito, participaciones preferentes y concesión de hipotecas de forma masiva con márgenes ridículos y criterios irracionales de concesión, para poder mantener cuota y beneficios lo que condujo a la gran crisis de crédito, liquidez y financiera que hemos sufrido».
Y por si fuera poco, los bancos de inversión aprovecharon triquiñuelas para distribuir activos tóxicos (altamente rentables), por el mundo. Todo ello aderezado con unos muy bajos requerimientos de capital para la banca, hizo el resto.
Desde entonces, algunas decisiones de gobernanza y regulación parecen evidenciar que las autoridades sí han extraído lecciones útiles para evitar que un episodio similar pueda volver a repetirse. «El ser humano aprende de los errores del pasado, pero puede volver a cometer nuevos errores. El sistema bancario es hoy más sólido que antes de la crisis financiera global. No se está a salvo de crisis futuras, pero si que se han tomado medidas para que el sector público no tenga que soportar el coste de los rescates de entidades financieras y que solo en última instancia haya un recurso a los depositantes», considera Amor.
No obstante, el propio socio de AFI reconoce que aún son necesarias – sobre todo en Europa – medidas que ayuden a reducir los riesgos de una próxima crisis financiera. La música hace tiempo que ha vuelto a sonar en los mercados. Queda por descubrir lo que ocurra cuando vuelva a detenerse.