Convertirse en presidente de Estados Unidos es una aventura muy costosa, solo al alcance de candidatos capaces de seducir a gente con bolsillos muy profundos y con ganas de donar cientos de miles de dólares, o millones, a sus campañas.
El personal y el avión de campaña, los hoteles y los gastos asociados con la publicidad, entre otros, se han incrementado de manera constante en los últimos cien años, pero especialmente se han disparado a lo largo del siglo XXI.
Sin ir más lejos, en la campaña presidencial de 2020 el presidente saliente, Donald Trump, y el presidente electo, Joe Biden, recaudaron conjuntamente un total de 16,00 millones de dólares, según datos del Centro para una Política Reactiva.
En este análisis se tiene en cuenta lo gastado por las propias campañas, no por los Comités de Acción Política (PAC, en sus siglas en inglés) u otros grupos de apoyo.
Lincoln gastó 2.8 millones de dólares
Durante su campaña electoral, el expresidente Abraham Lincoln (1861-1865) tuvo que dirigirse a una sociedad completamente dividida, separada, a grandes rasgos, entre el sur que estaba a favor de la esclavitud y el norte, que era abolicionista.
Y lo hizo gastándose 2,8 millones de dólares, según una de sus biografías.
Teniendo en cuenta la inflación, la cantidad de dinero que se necesita para ser el inquilino de la Casa Blanca se ha multiplicado por más de 350 desde Lincoln hasta el vencedor de los últimos comicios, el demócrata Joe Biden, que ha gastado cerca de 1,000 millones de dólares.
Trump, por su parte, unos 600 millones.
El gasto se dispara en el Siglo XXI
Pese a la pandemia, que ha limitado mucho las apariciones públicas sobre el terreno, los gastos de ambas campañas han superado con creces a los registrados en 2016.
En esa batalla, la aspirante demócrata Hillary Clinton tuvo un presupuesto de 565 millones de dólares, por encima de su rival, Trump, con 322 millones consumidos, de acuerdo a datos de la plataforma Open Secrets.
Esta tendencia ha aumentado constantemente en los últimos años.
En 1992, las campañas combinadas de George Bush padre (1989-1993), Bill Clinton (1994-2001) y Ross Perot gastaron unos 360 millones de dólares ajustados a la inflación, según informes de la Comisión Electoral Federal.
Para las de 2000, las más ajustadas de la historia moderna, ni George W. Bush (2001-2009) ni Al Gore, que perdió por un polémico recuento de votos en Florida, gastaron más de 200 millones de dólares.
Entre esos comicios y 2012, el gasto de campaña de los candidatos se multiplicó por más de cuatro: en 2012, el exmandatario Barack Obama (2009-2017) gastó más de 720 millones para buscar su reeleción; mientras que su rival republicano, el ahora senador Mitt Romney, invirtió, sin éxito, unos 450 millones de dólares.
¿Gana siempre el que gasta más?
Generalmente, la cantidad de dinero gastada por cada candidato es un buen indicador de quién vencerá en las elecciones.
En las últimas décadas, sin embargo, el aspirante que menos invirtió ha ganado en algunas ocasiones. Sin ir más lejos, en las de 2016, Trump venció a Hillary Clinton con menos gastos.
Pero hay otros casos: en 1996, Bill Clinton triunfó con un presupuesto de 200 millones de dólares, por debajo de los 228 del republicano Bob Dole, mientras que Ronald Reagan (1981-1989) ganó en 1984 con menos dinero que su rival, Walter Mondale.
En 2020, a la espera de que Trump admita su derrota, el aspirante que más dinero recaudó y gastó ha vencido en las elecciones otra vez.